Pas Denom: ¿Cómo es tu historia de inicio con la materia?
Ruth Krauskopf: Si se puede llamar un inicio, mis primeras “obras modeladas” fueron de mazapán, en la fábrica que mis padres tenían en Valdivia, donde nací.
PD: ¿Por qué esta materia?
RK: La arcilla y yo nos elegimos mutuamente. En la Universidad comencé especializándome en metal y, después de un año en ese taller, me cambié a cerámica. Desde entonces es una pasión o una adicción, no sabría cuál de las dos.
PD: ¿Cuál es tu relación con la materia prima?
RK:Los materiales me importan, me hablan. Cualquier objeto, sea arte o no, que devele un material trabajado en complicidad con su creador, me atrae inmediatamente. Más aún cuando plasma honestidad y libertad interior.
PD: ¿Inspiración?
RK: No sé si podría hablar de inspiración. Pienso con mis manos al tocar la materia, conversó con ella. En ese diálogo se van plasmando mis inquietudes y el entorno. Difícilmente puede existir expresión personal desligada del contexto en que vivimos, a no ser que sea una evasión.
PD: ¿Algunos mentores?
RK: Tuve buenos profesores, pero solo nombro una mentora: Reina Herrera, ceramista venezolana, ya fallecida. Me ayudó con generosidad a encontrar mi camino durante los primeros años, de los diez años que viví en Venezuela.
PD: ¿Propósito?
RK: Para mí, trabajar la arcilla es una compulsión. No podría definir un propósito mas allá de que es mi forma de jugar, mi herramienta de expresión, mi lenguaje para pensar y hablar. Me permite plasmar mundos donde las palabras no alcanzan.